miércoles, 14 de abril de 2010

Sandro Chia, Francesco Clemente, Enzlo Cucchi y Mimmo Paladino


Sandro Chia

Sandro Chia nacido en Florencia en 1946. Estudia en el Instituto de Arte de la misma ciudad de 1962 a 1967 y en la Academia de Bellas Artes de 1967 a 1969. 
Su vocación artística fue fuertemente influenciada por las obras maestras de su ciudad natal.
 Después de viajar por la India y toda Europa se establece en Roma en 1970. 
En sus primeros tiempos, su trabajo se enmarca en el arte conceptual antes de evolucionar hacia un estilo más figurativo, con el fin de desvincularse del Arte Povera o del Arte minimalista. 
Junto con Clemente, Cucchi y Paladino pertenece a la generación italiana de jóvenes artistas que Achille Bonito Oliva denominó Transavanguardia. 
En sus pinturas predominan los temas mitológicos, y en ellas desarrolla un estilo gestual libre que evoca repetidamente diversos elementos de la tradición pictórica.
 Utiliza colores brillantes, con texturas densas o transparentes. 
Su primera exposición individual se celebró en la Galleria La Salita de Roma (1979). Después de obtener una beca de la ciudad de Mönchengladbach en Alemania, trabaja allí de septiembre de 1980 a agosto de 1981, antes de irse a vivir a Nueva York. En la actualidad, su actividad se divide entre Nueva York, Roma y Montalcino y sus obras son ampliamente reconocidas en todo el mundo.



Figura, 1982, Sandro Chia (Florencia, colección privada). La musculatura acentuada de las figuras de Chia, recuerda los desnudos de Miguel Ángel y de Alberto Savinio.




La mercante di scacchiere, 1976, Sandro Chia (Colección privada)

« En cierto modo, hablar de melancolía es evocar la condición del artista; esta confrontación permanente entre el deseo de hacer o de decir y el sentimiento de impotencia que sentimos. La melancolía es la situación mental del artista cuando todo su ser se tiende hacia el cuadro; de alguna manera triunfar o fracasar ».



The Idleness of Sisyphus, 1981, Sandro Chia (New York, Museum of Modern Art)



La bugia, 1979-1980, Sandro Chia (Roma, Colección Privada) En esta obra, el artista representa diversos elementos de la historia de la pintura, que combina de manera original.


Las fuentes en las que Sandro Chia se inspira son diversas: la pintura metafísica de Giorgio de Chirico, el simbolismo, el surrealismo o la iconografía clásica del renacimiento italiano.



Hand’s game, 1981, Sandro Chia (Colección privada)



Francesco Clemente

Nacido en Nápoles en 1952 en el seno de una familia de origen aristocrático, Francesco Clemente comenzó a estudiar arquitectura en la Universidad de Roma en 1970, pero abandonó para dedicarse al arte. 
Su primera exposición tuvo lugar en la Galería Valle Giulia en Roma (1971). En 1973, viaja a la India y a Afganistan, países que vuelve a visitar posteriormente en numerosas ocasiones , y donde pasa largos períodos. Recoge en sus pinturas varios elementos de esas culturas extranjeras. En 1980 visita Nueva York. Primera exposición en solitario en la galería Sperone Westwater (1982). Abre un estudio en Nueva York. Participa en Documenta VII, en Kassel. Las obras de Clemente combinan formas abstractas y elementos figurativos. Es, junto con Chia y Cucchi, uno de los máximos exponentes de la transvanguardia italiana.



Alba, 1997, Francesco Clemente (Bilbao, Museo Guggenheim)

Clemente a jugado un papel clave en el resurgimiento de la pintura en la década de los 80. 
Sus pinturas de gran sensualidad, se oponen a la árida materialidad del Arte Povera de sus compatriotas italianos y al movimiento internacional del arte conceptual.
 Esta sensualidad se centra principalmente en el cuerpo; éste nunca es un elemento aislado en la obra de Clemente, sino que tiende a mezclarse con otros elementos. En Scissors and Butterflies (Tijeras y mariposas) de 1999, las pestañas de las mujeres se prolongan en forma de antenas, como las de las mariposas. Las tijeras, también presentes en el cuadro, representan la violencia y hacen hincapié en el erotismo de la obra, acentuado por los tonos rojos intensos y las curvas.



Scissors and Butterflies (Tijeras y mariposas), 1999, Francesco Clemente (New York, Museo Guggenheim)

La obra de Clemente parece expresar el conflicto entre lo individual y lo colectivo. Los individuos de sus cuadros forman una masa y los contornos difusos de la carne y los tonos rojo sangre no definen con claridad el interior del exterior. Clemente representa la condición humana, a mil leguas de la individualidad radical y superficial ensalzada por la sociedad occidental.



Il cerchio di Milarepa, 1982, Francesco Clemente (Castello di Rivoli, Museo d’Arte Contemporanea)

Clemente también ha realizado obras sobre papel. Hacen destacar la fragilidad de este tipo de soporte realzando la suavidad. Los temas representados son de una extrema delicadeza. Estas obras contrastan con la experiencia de Nueva York, a principios de los 80, donde hacía una crítica del carácter alienante de la ciudad, de su cultura y de su homogeneización. Clemente representa temas interconectados delicados y preciosos. Si su obra parece trascender las circunstancias sociales en las que nació, es por el deseo de revelar los defectos.



Albero (árbol), 1995-1997, Francesco Clemente (Bilbao, Museo Guggenheim)



Name, 1983, Francesco Clemente (Zurich, colección privada)



Francesco Clemente en su estudio, 2008, fotografía de Annie Leibovitz


Enzo Cucchi

El expresionismo más tradicional, y por ello más cercano al de sus colegas alemanes (Neue Wilde, los Nuevos Fauves), es el de Enzo Cucchi.
 Nacido en 1950 en Morro d’Alba trabajó como restaurador de libros y pinturas antiguas (1966-1968) antes de dedicarse a la pintura (1977). 
Su primera exposición se celebró en Milán (1979) y creó el grupo Transavanguardia con Chia, Clemente y Paladino, entre otros artistas (1982 y 1987). 
Participa en Documenta VII y VIII, en Kassel (1982-1987).
 En 1984 diseña una escultura para el Bruglinger-Park de Basilea, seguida por una serie de trabajos para espacios públicos. En 1986 una retrospectiva de su obra se lleva a cabo en el Centro Pompidou y una exposición en el Museo Guggenheim de Nueva York. Produjo numerosos diseños de decorados y el vestuarios para el teatro, por ejemplo, para varias operas de Gioacchino Rossini y dramas de Heinrich von Kleist. En sus cuadros y esculturas, Cucchi asimila elementos de la tradición pictórica que combina con su propio lenguaje hecho de signos, colores violentos, escenas misteriosas y personajes de leyenda.



Il Sospiro di un’onda, 1983, Enzo Cucchi (Colección privada)



L’Elefante di Giotto, 1986, Enzo Cucchi (Sydney, Art Gallery)

« Los cuadros son como cavernas, cavernas gigantescas, horribles, asombrosas, llenas de dudas y oscuras para todos nosotros. Las cavernas producen miedo, están llenas de muerte, pero es precisamente esta muerte que proporciona la capacidad de inventarlo todo de nuevo. Es un descendimiento, un intento de encontrar una base de sustentación en las profundidades. » E. Cucchi



Deposito occidentale, 1986, Enzo Cucchi (Bilbao, Museo Guggenheim)



Musica Ebbra, 1982, Enzo Cucchi (Colección privada)

Mimmo Paladino

El más original y, al mismo tiempo el más italiano de los artista de la Transvanguardia es Mimmo Paladino, artista originario del sur de Italia.
 Nacido en Paduli, cerca de Benevento en 1948, estudia de 1964 a 1968 en el Liceo Artístico de Benevento. 
Su primera exposición se celebró en la galería Lucio Amelio de Nápoles (1977). 
Un año después, cubre sus paredes con una monumental pintura al pastel. En 1978, se traslada a Nueva York y al año siguiente expone en la Marian Goodman Gallery y en la Annina Nosel Gallery. 
Realiza pinturas monocromas de colores primarios con elementos geométricos, a las que pega objetos recogidos.
 También realiza experimentos técnicos con la impresión; produce figuras arquetípicas en grabados en aquatinta, madera y linóleo. En 1980, invitado por Achille Bonito Oliva en la sección Aperto 80, participa por primera vez en la Bienal de Venecia, junto con Sandro Chia, Francesco Clemente, Enzo Cucchi y Nicola De Maria, los otros artistas italianos de la Transvanguardia. Participa en la Documenta VII en Kassel (1982). Viaja a Brasil. Se siente fascinado por la mezcla de las culturas africana y católica, que encuentran después un lugar en su pintura. Paladino se inspira en fuentes antiguas como la pintura mural etrusca o en la italo-bizantina y también en diversos estilos de escultura – la escultura sarda y la Italia primitiva – situándose al margen de la tradición clásica principal. Estas opciones dan a sus obras un carácter hierático, sobrenatural. De todos los artistas llamados neo-expresionistas, es quizás aquel cuyas imágenes se encuentran totalmente en el otro extremo de la escala de referencia, y cuya obra es la más coherente y más potente.



Poete Alle Porte Di Belem, 1982, Mimmo Paladino (Colección privada)



Tango, 1983, Mimmo Paladino (Colección privada)

El artista llegó a rechazar la teoría del genius loci propuesta por Bonito Oliva, crítico y teórico del grupo, e interpreta su pintura más bien bajo el signo del nomadismo, un componente esencial de la identidad multifacética de la transvanguardia. Esa libertad se refleja en la enorme variedad de fuentes históricas que le sirven de inspiración formal: puede situarse cerca de Giotto y Piero della Francesca, y al mismo tiempo sentirse atraído por los iconos rusos y bizantinos.



Il visitadore de la sera (ritratto di G.F.), 1985, Mimmo Paladino (Roma, Colección privada)




Suonno (basado en Piero della Francesca), 1983, Mimmo Paladino (Colección privada). Esta obra está inspirada en el fresco El sueño de Constantino de Piero della Francesca en la basílica de San Francisco de Arezzo.



Poema etrusco, 2006, Mimmo Paladino (Colección privada)

martes, 5 de enero de 2010

Neoexpresionismo alemán


                                                                                                                                                                     Desde comienzos del siglo XX, Alemania ha tenido una tradición artística de corte expresionista.
Margarethe (1981, Kiefer)

 En el desarrollo de las vanguardias históricas y previo momento al tenso ambiente de la Primera Guerra Mundial, el país germano asistió a la gestación de dos grupos artísticos: Die Brücke (El puente), entre cuyos integrantes figuraron Kirchner, Heckel, Schmidt-Rottluff y Nolde; y Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), con Kandinsky al frente.
Durante el periodo de entreguerras, en el contexto de la República de Weimar, toma el relevo la llamada Nueva Objetividad Alemana (Die Neue Sachlichkeit) de Grosz, Dix, Beckmann y Schad. Una corriente figurativa expresionista que abanderaba un arte de fuerte denuncia social.
En el año 1937 tuvo lugar una exposición de este arte calificado como “arte degenerado” por parte del nacionalsocialismo de Hitler. El Tercer Reich lo prohibió por considerar que traicionaba la causa del pueblo germano, pues mostraba sin tapujos una visión desgarradora y ácida del contexto socio-político alemán del momento.
La segunda mitad del siglo XX en Alemania estuvo marcada por el clima de la Segunda Guerra Mundial. Las heridas posbélicas tardarán décadas en cicatrizar. 
El arte del Neoexpresionismo se gestó en este ambiente, arrancó en la década de los 60 y maduró llegando a estabilizarse de forma plena en los años 80. 
El Pabellón alemán de la Bienal de Venecia de 1980 contó con obra de Kiefer y Baselitz. 
Dos años más tarde fue la Documenta 7 de Kassel de 1982 la que encumbró esta tendencia.

El Nuevo Expresionismo Alemán se desarrolló en el contexto de una Alemania dividida geográfica y políticamente como consecuencia de la Guerra Fría: Estados Unidos frente a la Unión soviética, capitalismo frente a comunismo. En 1961 se comenzó a construir el Muro de Berlín para impedir la comunicación entre Berlín Oriental (República Democrática Alemana) y Berlín Occidental (República Federal Alemana). La reunificación de ambas Alemanias llegó con la caída del Muro en el año 1989.



Deutschland nach der Wahl (1990, Penck)



Los artistas de la Nueva Pintura Alemana fueron etiquetados como Neofauves (Noveaux Fauves) o Nuevos Salvajes (Die Neuen Wilden, en palabras de Wolfgang Becker).
 El Neoexpresionismo aglutinó personalidades individuales a las que les unió un mismo entorno y el deseo de recolocar al arte alemán en primera línea de la escena artística después de años de predominio estadounidense.

En la década de los sesenta se celebraron en Alemania exposiciones de expresionismo abstracto con Pollock, De Kooning y Rothko como protagonistas. 
Su influencia fue clave en aras del desarrollo de la libertad formal y la consecución de una pintura enérgica y expresionista. La abstracción siguió siendo importante pero entre los objetivos principales de los neoexpresionistas estaba la reafirmación de la tradición figurativa.



Paganini (1981, Polke)


Se trató de una tendencia que presentó una impronta nietzscheana, entroncando de este modo con el grupo Die Brücke, quienes tuvieron Así habló Zaratustra como libro de cabecera.
 Según Achille Bonito Oliva, los neoexpresionistas recuperaron a Nietzsche pero acuñando un “nihilismo activo” sin el pesimismo y la desesperanza innatos, aunque retomando cierta angustia de los primeros expresionistas alemanes.
Bonito Oliva sostiene que “la noción de neo-vanguardia nace en Europa de la necesidad de los artistas de postguerra de conectar con la tradición y mentalidad de las vanguardias históricas”. 

El Neoexpresionismo no fue una prolongación del Expresionismo de comienzos de siglo, pero compartieron un cierto espíritu afín referido a la búsqueda de la identidad nacional, remitiendo así a la noción de la volksgeist herderiana o el espíritu del pueblo. 
El objetivo es plasmar las características identitarias y distintivas de la idiosincrasia de cada país, el genius loci o arte de los lugares, en un momento en el que el mundo contemporáneo está inmerso de lleno en el fenómeno de la globalización y la cultura de masas.

Algunos críticos detractores como Benjamin H.D. Buchloh, señalaron que esta estrategia de establecer una relación de continuidad con el arte específicamente alemán de la primera mitad del siglo fue fruto de una exitosa institucionalización del mismo por parte del sistema del arte, lo cual le otorgaba además una especie de garantía histórico-artística de cara a su valor en el mercado.


En las Neo-vanguardias no existió el desarrollo del manifiesto como género de la literatura artística, como sí sucedió en las vanguardias históricas con el Futurismo, el Dadá o el Surrealismo. 
Lo que es una realidad es que los escasos textos que hay proceden de artistas neoexpresionistas: Pändamonium, de Baselitz y Schönebeck (1961) y El ditirambo que yo he inventado pone de manifiesto los atractivos del siglo XX, de Lüpertz.
La personalidad artística de los integrantes del Neoexpresionismo fue enérgica como se puede apreciar por los títulos de estos escritos y también en palabras pronunciadas por Baselitz:
“¡Qué los cuadros atraviesen la garganta, que se claven en los ojos, que atenacen los corazones!”



Die Mädchen von Olmo (1981, Baselitz)


Muchos de estos artistas fueron discípulos y alumnos de Joseph Beuys. Entre ellos destacaron Kiefer, Polke, Richter, Baselitz, Lüpertz, Penck e Immendorff.

El mundo pictórico de Anselm Kiefer aglutina influencias variadas inspirándose en las leyendas alemanas, la mitología nórdica, la Cábala, la Biblia, la Segunda Guerra Mundial (el Holocausto y el exterminio en los campos de concentración) y la poesía de Paul Celan. Aplica sobre el lienzo óleo y materiales extrapictóricos como paja, plomo o alquitrán, de manera que genera unas texturas densas y matéricas. Es una obra de contenido dramático y fuerte lirismo.




Sigmar Polke
combina pigmentos tradicionales con preparaciones que contienen aluminio, hierro, plata o panes de oro. Realiza una obra plural abordando fotografía, dibujo o medios audiovisuales. Estilísticamente aboga por una libertad en el trazo que oscila entre la gestualidad y el puntillismo, alternando la explosión cromática con la sobriedad.







La diversidad temática y formal son características en la obra de Gerhard Ritcher, artista que sintió una fuerte atracción por las obras de Pollock y Fontana. Su variada producción aborda figuración y abstracción, monocromía tonal y multiplicidad cromática. En sus pinturas abstractas recurre a diversos procedimientos extendiendo la pintura con espátulas o rodillos.



Abstraktes Bild 809-4 (1994, Ritcher)



Georg Baselitz, pintor, escultor y autor de textos, aúna influencias diversas: Fautrier, Chaissac, Emil Nolde, Edvard Munch, A.R. Penck y la imaginaría popular. También puede precisarse que sus figuras humanas poseen algo de Fautrier, Wols, Bacon y Dubuffet. 
Se trata de una figuración brutal, grotesca y de gran violencia expresiva, conseguida a través de un trazo impetuoso y un cromatismo feroz y agresivo. A partir del año 1969, añade un componente provocativo a sus obras colgándolas deliberadamente de forma invertida para liberarse, según sus propias palabras, “del lastre de la tradición”. Hasta mediados de los setenta sus obras estaban colgadas del revés, pero a partir de los ochenta no sólo las colgará así sino que además las pintará también a la inversa.





Markus Lüpertz también fue pintor y escultor. En sus lienzos recurrió tanto al lenguaje figurativo como al abstracto. Su estilo está marcado por una expresividad impulsiva que le llevó a recurrir al trazo grueso y a un cromatismo violento.



Sin título (1976, Lüpertz)



La estética de A. R. Penck remite a los graffitis urbanos y al arte primitivo, de este último recibirá el influjo por la música de los ritmos africanos. Su lenguaje debe algo a Picasso y los grafismos preludian el arte del graffitismo neoyorquino y de figuras como Keith Haring. El primitivismo de su obra está logrado a base de simplificadas figuras antropomorfas, que esquematiza casi hasta la abstracción y grafismos arcaicos en fondos neutros.






Por último, Jörg Immendorff realizó una obra figurativa de denuncia social que le aproxima a la vía de la Nueva Objetividad Alemana. Un arte de tintes políticos en el que el bloqueo político de Alemania, que divide el país en dos, se convierte en protagonista. Su pintura recrea espacios interiores asfixiantes con figuras grotescas, ambientaciones de cabaret en las que mezcla a prostitutas con dictadores generando un clima de alucinación, de esperpento y de pesadilla.








A partir de la década de los 80 tiene lugar un retorno a la práctica de la pintura y al predominio del lienzo como soporte plástico predilecto. 
Los integrantes del Neoexpresionismo Alemán son ejemplo del viraje en las tendencias del arte. La pintura se convierte en un campo de experimentación formal. Polke adopta una postura cultural crítica al respecto y en 1984, en Zúrich, manifiestó:


No podemos estar seguros de que algún día se puedan pintar buenos cuadros –buenas imágenes-; nosotros mismos debemos tomar las riendas.”


Café Deutschland I, (1978, Immendorf)



El mundo del arte entró de lleno en la posmodernidad y reaccionó ante las afirmaciones de la muerte de la pintura. 
Habían sido años de arte povera, minimal, conceptual, performance, video arte y land art.
 Jugando de forma irónica con las palabras, la posmodernidad artística suponía el fin del fin del arte de Arthur C. Danto, quien apocalípticamente afirmó que “los objetos artísticos tienden a desaparecer mientras su teoría tiende al infinito”. 
En este sentido cabe recordar a Joseph Kosuth y la desmaterialización del objeto artístico como consecuencia de las prácticas conceptuales.

El calificativo de posmoderno aglutina tendencias heterogéneas, manifestaciones artísticas muy diversas pero que coinciden en la recuperación y revisión de la pintura. 
De forma paralela al Neoexpresionismo Alemán se desarrolló la Transvanguardia Italiana (Sandro Chia, Francesco Clemente, Enzo Cucchi, Nicola De Maria y Mimmo Paladino) y la Bad Painting Americana (Julian Schnabel, David Salle, Eric Fischl y los graffitistas Keith Haring y Jean-Michel Basquiat). 
Todas ellas tendencias no unitarias, plurales y eclécticas estilísticamente que participan del reexamen de la práctica de la pintura desde la sensibilidad posmoderna.